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A pesar de que el acusado del 11/9 no se encuentre mentalmente “apto para enfrentar juicio”, Biden rechaza acuerdo negociado que le daría cuidado de salud mental, como lo pide la ley internacional

26 de septiembre de 2023
Andy Worthington

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 15 de octubre de 2023


Ramzi bin al-Shibh, en una foto reciente tomada en Guantánamo por representantes del Comité Internacional de la Cruz Roja y el juez de su juicio, el coronel de la Fuerza Aérea Matthew McCall, quien recientemente aceptara una evaluación de parte de una Junta de Sanidad del Departamento de Defensa acerca de no estar apto para enfrentar juicio debido al trastorno por estrés postraumático y la psicosis.

En noticias sorprendentes desde Guantánamo hace cuatro días, el coronel de la Fuerza Aérea Matthew McCall, juez en el caso de comisión militar en contra de cinco hombres acusados de participar en los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, decidió que uno de los hombres, Ramzi bin al-Shibh, no es, como la Associated Press lo describió, “apto para juicio” después de que un panel médico descubriera que “la tortura lo dejó psicótico” — o “duraderamente psicótico”, como declara el encabezado del artículo.

Bin al-Shibh, un yemení de 51 años, tenía 30 cuando fue secuestrado en una redada de una casa en Karachi, Pakistán, el 11 de septiembre del 2002, en el primer aniversario de los ataques del 11/9. Estuvo detenido, subsecuentemente, por cuatro años en “sitios negros” de la CIA alrededor del mundo — incluyendo Marruecos, Polonia, Rumania y el “sitio negro” que existía en Guantánamo en el 2003-04 — antes de su transferencia final a Guantánamo en septiembre del 2006, con otros trece “detenidos de alto valor” incluyendo cuatro hombres acusados de participar en los ataques del 11/9.

Después de un intento abortivo, en el 2008, para enjuiciar a los cinco hombres en las comisiones militares bajo Bush y un compromiso subsecuente, en noviembre del 2009, para hacerlo en un tribunal federal en Nueva York, que fue abandonado después del respuesta republicana, los cinco hombres fueron acusados en un sistema de comisiones militares revivido en mayo del 2011.

Desde el inicio, los abogados de bin al-Shibh argumentaron que podría haber estado “apto para juicio”, como lo explicó en un sessión informativa de Human Rights Watch en su momento, añadiendo que los abogados “habían pedido que los procesos en contra suya y los otros co acusados se suspendieran hasta que su estado mental fuera determinado”, añadiendo que le habían “prescrito drogas psicotrópicas de las que se usan para tratar esquizofrenia”.

Sin embargo, los hombres fueron procesados en mayo del 2012, y las audiencias previas a juicio comenzaron en octubre del 2012, aunque han sido atrapados desde entonces en un tipo “Día de la Marmota” de justicia frustrada, mientras que los equipos defensores — correctamente — han estado luchando para establecer los detalles completos de la tortura a la cual sus clientes fueron sometidos, mientras que los fiscales han trabajado arduamente para mantenerlos escondidos.

El reporte de la junta de salud acerca del estado mental de bin al-Shibh de incompetencia para enfrentar juicio

Vergonzosamente, tomó hasta abril de este año para que el último juez de las audiencias previas al juicio del 11/9 — el coronel de la Fuerza Aérea Matthew McCall, quien tomara el trabajo en julio del 2019 — aceptara que los argumentos del equipo defensor de bin al-Shibh acerca de la necesidad de que se evaluara su competencia mental. El 14 de abril ordenó una investigación en la Capacidad Mental del Acusado bajo la Regla RMC 706, del Manual de Comisiones Militares, que fue establecido como parte de la Ley de Comisiones Militares del 2009.

La RMC 706 declara que “si le parece a cualquier autoridad de capacidad convocatoria que considere la disposición de cargos, o a cualquier abogado de juicio, de defensa, juez militar o miembro, que existe una razón para creer que la falta de responsabilidad mental del acusado por cualquier cargo de ofensa falta de capacidad para enfrentar juicio, el hecho y la base de la creencia u observación deberá ser transmitida a través de canales apropiados para que la autoridad autorice la orden de investigación de la condición mental del acusado. La propuesta debe estar acompañada por una aplicación para la examinación mental bajo esta regla”.

La orden del coronel McCall fue subsecuentemente aprobada por la Autoridad Conveniente de las comisiones militares el 3 de mayo y la Junta de Sanidad RMC 706 posteriormente, el 6 de junio, convino a una investigación de la “capacidad mental de aguantar un juicio” para bin al-Shibh.

El 24 de agosto, la Junta de Sanidad, que es parte del Centro de la Agencia de Salud para las Ciencias de Comportamiento Forenses (Defense Health Agency Center for Forensic Behavioral Sciences) del Departamento de la Defensa, en Bethesda, Maryland, llegaron a las siguientes conclusiones:.

En respuesta a la pregunta “¿Está el Sr. bin al Shibh actualmente sufriendo de una enfermedad o defecto mental?”, declararon que “Sí” y, en respuesta a la pregunta “¿Cuál es el diagnóstico clínico psiquiátrico?”, dijeron que “el diagnóstico clínico psiquiátrico más preciso reflejando la presentación del acusado es trastorno por estrés postraumático con características psicóticas secundarias”, mientras “el diagnóstico clínico psiquiátrico estrictamente confirma al Manual de Diagnóstico Estadístico de Desórdenes Mentales, explica los síntomas del acusado como “trastorno por estrés postraumático con desorden delirante del tipo persecutorio”.

En respuesta a la tercera pregunta “¿Está sufriendo el Sr. bin al Shibh, actualmente, de una enfermedad mental o defecto que lo vuelva incapaz de entender la naturaleza de los procesos en su contra o cooperar inteligentemente en su defensa?”, también dijeron que “sí”.

Respondiendo al fallo, David Bruck, el abogado principal del al-Shibh, les dijo a los reporteros que la decisión marcó “la primera vez en la que los Estados Unidos ha reconocido formalmente que el programa de tortura de la CIA produjo profundo y prologado daño psicológico”, añadiendo que esto era “exactamente lo que la CIA prometió que no sucedería”.

Como declarara el reporte de la AP, bin al-Shibh se ha quejado desde su transferencia a Guantánamo “que los guardias lo estaban atacando, incluyendo rayos invisibles, para privarlo de sueño y causarle dolor”. En mi análisis previo, comenté las quejas de sus abogados acerca de su salud mental al momento de ser acusado por primera vez en mayo del 2011, pero también destacablemente que, en su fallo, el coronel McCall mencionó que “los reportes psicológicos que datan por lo menos desde el 2004 documentaron los asuntos mentales de al-Shibh”.

Como le dijo David Bruck al coronel McCall en la audiencia antes de que diera el fallo, “el enfoque abrumador de su cliente en intentar detener los ataques invisibles y su insistencia de sus abogados hiciera no mismo, lo vuelve incapaz de tomar parte significativa en su defensa”.

Bruck también le dijo al juez que el “confinamiento en solitario de bin al-Shibh por más de cuatro años en los sitios obscuros de la CIA y la tortura que incluyó ser forzado a estar de pie sin dormir hasta por tres días a la vez, desnudo excepto por un pañal y mojado con agua fría en cuartos con aire acondicionado” llevaron a su “creencia duradera de que los guardias americanos estaban conspirando para privarlo de sueño”.

Como resultado del fallo, el caso de bin al-Shibh ha sido cercenado del de los otros cuatro hombres, dejándolo en lo que la académica Lisa Hajjar, en X (antes Twitter), llamó “territorio inexplorado” en términos de su tratamiento.

En la audiencia de la semana pasada, como descrita por la AP, David Bruck “indicó … se esperaba que al-Shibh permaneciera en custodia mientras los oficiales de la corte esperaban que volviera a ser mentalmente competente de nuevo, si eso alguna vez llega a suceder”. Añadió que “el tratamiento para el PTSD (por sus siglas en inglés) ofrecería la mejor esperanza para que al-Shibh pudiera recuperar alguna vez la competencia para enfrentar un juicio”, señalando que “la forzada marginación del caso de EE.UU. en su contra sería ‘una oportunidad para que el país rindiera cuentas acerca del daño’ provocado por lo que llama ‘programa de experimentación humana’ de la CIA”.

Desafortunadamente, aunque Bruck está, sin dudas, en lo correcto al indicar que el tratamiento de PTSD podría ayudarle a bin al-Shibh, también es destacable que, por 17 años, desde su llegada a Guantánamo, el gobierno estadounidense ha fallado claramente en darle un tratamiento de salud mental adecuado, a pesar de la obligación internacionalmente reconocida de hacerlo, que, para cualquier medida objetiva, ha contribuido significativamente o es enteramente responsable por su incompetencia mental, como concluyó la Junta del propio Departamento de Defensa.

El significado del devastador reporte de la relatora especial de la ONU acerca de Guantánamo

En febrero, Fionnuala Ní Aoláin, la relatora especial en la Promoción y Protección de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales en la lucha contra el terrorismo, se convirtió en la primera relatora de la ONU en visitar Guantánamo y, en su subsiguiente reporte devastador, emitido en junio, mencionó de manera específica que “el fracaso del gobierno estadounidense en proveer rehabilitación de tortura directamente contraviene sus obligaciones bajo la Convención Contra la Tortura”.

En un largo y dañino párrafo acerca de los detalles específicos de los fracasos del gobierno estadounidense, declara que estaba “gravemente preocupada por el incumplimiento del gobierno estadounidense en relación a los programas de rehabilitación de tortura” y que era particularmente dura acerca del “cuidado especializado y las instalaciones que son inadecuadas para los asuntos complejos y urgentes de salud mental y psicológica de los detenidos, incluyendo impedimentos permanentes, heridas cerebrales traumáticas, dolor crónico incluidos dolores de cabeza y pecho, estómago, espalda, recto y de articulaciones, problemas gastrointestinales y urinarios, trastorno de estrés post traumático complejo y no tratado, y otras manifestaciones de tortura física y psicológica y rendición después del 11/9, así como daño acumulativo e interseccional empeorado por la detención continua, estrés psicológico profundo, privación de apoyo físico, social y emocional de familia y comunidad en el ambiente de detención sin juicio para unos y sin cargo para otros por 21años, huelgas de hambre y alimentación forzada, daño auto infringido e ideación suicida y envejecimiento acelerado”.

Mientras que la conclusión dañina de la relatora especial fue que numerosos factores, incluyendo el haber fallado en “proveer rehabilitación alguna por tortura a los detenidos”, significó que la situación actual en Guantánamo “equivale a tratamiento cruel, inhumano y degradante” que “podría estar al límite de la tortura”, el gobierno de Biden sólo contestó con una brusca y ofensiva respuesta de una página, en la que, entre otras cosas, descartan los descubrimientos. Michèle Taylor, representante permanente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU para EE. UU, alegó que los hombres todavía detenidos en Guantánamo “reciben cuidado médico y psiquiátrico especializado”.

El caso de los acuerdos negociados y el vergonzoso rechazo del presidente Biden de las condiciones requeridas

De hecho, tanto Taylor como Biden fracasaron en incorporar un reconocimiento por parte de los fiscales en el caso del 11/9 acerca de que el uso de la tortura había impactado de manera tan severa la credibilidad de las comisiones que la única manera de seguir adelante involucraba acuerdos negociados, en los que, a cambio de declaraciones de culpabilidad, se quitaría de la mesa la pena de muerte y los co acusados del 11/9 pudieron poner sus propias peticiones para un acuerdo que consideren aceptables.

El detonador para el reconocimiento tardío de la naturaleza irremediablemente rota de los tribunales fue, aparentemente, la declaración de Majid Khan, quien aceptó un acuerdo negociado en el 2012, relacionado a su papel como mensajero para al-Qaeda, que se le permitió hacer en octubre del 2021 (ver aquí y aquí), en la cual, mientras se disculpaba profunda e incondicionalmente por su participación en terrorismo, también describió la tortura a la cual fue sujeto, en detalles tan desgarradores que siete de los ocho jurados militares presentaron una carta escrita a mano haciendo un llamado de clemencia, describiendo su tortura como “una mancha en la fibra moral de América” comparándola con los tipos de tortura “ejecutada por los regímenes más abusivos de la historia moderna”.

En marzo del 2022, los fiscales del caso del 11/9 comenzaron negociaciones en relación a un posible acuerdo negociado, en el cual, como explicó el New York Times hace tres semanas, cinco co acusados “buscaron un programa manejado por civiles para tratar los desórdenes del sueño, heridas cerebrales, daño gastrointestinal y otros problemas de salud” asociados con su tortura y “garantías de que no cumplirían sentencias en confinamiento solitario y podrían, en lugar de eso, continuar a comer y rezar en comuna — como hacen ahora”.

Desafortunadamente, como el reporte del Times también explicara, dos oficiales del gobierno, hablando de manera anónima, le dijeron al periódico que, en víspera del aniversario 22 de los ataques del 11/9, el presidente Biden ha rechazado la “lista de condiciones propuestas” referidas en las decisiones judiciales como “principios de política conjuntos”.

Según los oficiales, el presidente Biden “adoptó una recomendación por parte del secretario de defensa Lloyd J. Austin III” de no aceptar “principios de política conjuntos” con un oficial declarando que el presidente “no cree en que las propuestas, como base para un acuerdo negociado, serían apropiadas” mientras que otro “citó la naturaleza atroz de los ataques”.

Como añadiera el Times, aunque el acuerdo negociado “sigue estando en la mesa”, “la decisión del presidente de rechazar condiciones adicionales reduce la posibilidad de alcanzar tal acuerdo”.

Esto es profundamente decepcionante porque, aunque era obvio que siempre iba a ser difícil persuadir a varios americanos que una negociación que prevenga que los hombres estén en confinamiento solitario era aceptable como parte de un acuerdo negociado, rechazar aceptar los “principios de política conjuntos” también significa que el gobierno estadounidense continúa a privar a los hombres de rehabilitación de tortura que el gobierno tiene que proveer por requerimiento bajo la Convención Contra Tortura de la ONU, el ”cuidado médico y psiquiátrico especializado” que Michèle Taylor dice que reciben, pero que la relatora especial dijo que no existe.

A menos que el gobierno implemente un programa apropiado de cuidado, parece probable que se requerirá que los Mandatos Especiales de la ONU continúen emitiendo reportes dañinos y opiniones acerca de sus fracasos, mientras que los abogados para los otros hombres acusados en el caso del 11/9 aumentarán sus esfuerzos totalmente justificados para que sus clientes sean excluidos de cualquier proceso de juicio, debido a los atroces efectos de la tortura que experimentaron — en particular, Ammar al-Baluchi, que experimentó daño cerebral y Mustafa al-Hawsawi, que está físicamente incapacitado debido a la violación anal a la que fue sujeto.

La decisión del presidente Biden también frustra el trabajo duro que realizado por los fiscales el último año y medio, a través del cual el fiscal principal Aaron C. Rugh y su equipo han estado reuniéndose con los familiares de las víctimas del 11/9 para explicar, como lo describió el Times, que “los acuerdos de culpabilidad logran “finalidad judicial” o “certeza judicial” porque un prisionero que se declara culpable renuncia a su derecho de apelar, entre otras cosas, la legitimidad del tribunal o de la convicción”.

Como añadió el Times, “los fiscales han estado explicando los mecanismos de admisión de culpabilidad a cambio de condenas de por vida en reuniones con pequeños grupos de familiares en New York, Boston y Florida desde, por lo menos, mayo”. También “enviaron una carta de dos páginas a un grupo más grande el mes pasado” en la que escribieron que “no debería sobreestimarse que un acuerdo de culpabilidad es una evidencia definitiva de culpabilidad”.

En conclusión, entonces, siendo contundentes, es profundamente desesperanzador que todo lo anterior ahora parece estar descarrilado como resultado de la inhabilidad de los republicadnos y de los medios de derecha en aceptar que un juicio exitoso es imposible debido al uso de tortura por parte de la CIA y también porque el gobierno de Biden no puede aceptar que a los hombres en cuestión se les debe permitir algún tipo de ventaja útil para ellos.

Aparte de cualquier cosa, la capitulación de los fracasos de Biden para reconocer que el acuerdo negociado a través de los “principios de política conjuntos” es particularmente conveniente para la CIA, porque elimina cualquier tipo de cuenta judicial por el programa de tortura.

Habrá puesto en la balanza la CIA esto, me pregunto, o su posición sigue siendo lo que los que hemos estado observando de cerca hemos sospechado por varios años: que, para prevenir la divulgación de detalles del programa de tortura, es mejor, desde la perspectiva de la CIA que los juicios jamás procedan y aquellos acusados simplemente se debiliten y mueran en Guantánamo, lo que sea que ocurra, sin que nada que se parezca a la justicia sea jamás dada.

El presidente Biden debería de pensar otra vez acerca de sus opciones. Los juicios claramente son imposibles, pero entregar a los hombres a una muerte lenta en Guantánamo sin darles el cuidado médico y psiquiátrico que necesitan es indefendible. Algo de osadía es claramente requerida, lo que involucre más que patear imprudentemente el caso esperando lo mejor.

EPÍLOGO: el reporte de la relatora especial acerca de Guantánamo y el fallo del coronel McCall, después de los descubrimientos de la Junta de Sanidad acerca del estado mental de Ramzi bin al-Shibh no son las únicas opiniones devastadoras y fallos que, en este año, han socavado minuciosamente cualquier esfuerzo por parte del gobierno de Biden para reforzar la legitimidad quebrada de las comisiones militares.

En mayo, el Grupo de Trabajo de la ONU en Detención Arbitraria condenó al gobierno estadounidense por la detención arbitraria de más de 20 años de Abd al-Rahim al-Nashiri, quien está atrapado en audiencias interminables previas a juicio en relación a su supuesta participación en el bombardeo del USS Cole en el 2000. El Grupo destacó la valoración del médico experto como “uno de los individuos más severamente traumatizado que jamás he visto”, haciendo un llamado para su liberación y, además, declaró que “bajo ciertas circunstancias, el encarcelamiento extendido o sistemático u otra privación severa de libertad, en violación de la ley internacional, podría constituir crímenes contra la humanidad”.

Después, a finales de agosto, el juez del juicio de al-Nashiri, el coronel Lanny Acosta, Jr., dio un gran golpe a la viabilidad de su caso al decidir que las declaraciones auto incriminatorias que hizo después de su llegada a Guantánamo de los “sitios obscuros” de la CIA al llamado “equipo limpio” de interrogadores que no eran de la CIA eran inadmisibles porque era imposible para él no haber estado sufriendo de los efectos de la tortura y del “condicionamiento” que los acompañaba. Como los hombres acusados de participar en los ataques del 11/9 también fueron sujetos a interrogaciones de “equipo limpio”, el fallo del juez en el caso de al-Nashiri, destruyendo un elemento clave en el caso en su contra, también podría haber dado un golpe mayor al caso del 11/9.

Y, finalmente, a finales de marzo, un número de relatores y grupos de trabajo, condenaron al gobierno estadounidense por su trato a Abd al-Hadi al-Iraqi, otro “detenido de alto valor”, que aceptó un acuerdo negociado el año pasado. Al-Iraqi, quien tiene una condición espinal degenerative, es el prisionero físicamente más incapacitado de Guantánamo, pero, como destacaron los expertos, los servicios de salud en Guantánamo han sido y siguen siendo completamente inadecuados para lidiar con sus necesidades complejas y críticas.

Todo lo anterior, obviamente, sólo destaca cuánto es necesario que la administración de Biden pueda proveer a los hombres todavía detenidos en Guantánamo con el “cuidado médico y psiquiátrico especializado” que necesitan, que, en las negociaciones acordadas, fueron específicamente requeridos por los co acusados del 11/9.


 

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